Fiebre berlinesa

Qué ritmo. Desde la vuelta de Lyon no paramos: que si Champs de Mars, que si casa de Paco (por cierto, que les gané al ISS PRO a los dos, a Paco y a Mikel, por ese orden jojojojo) o Mikel o derivados, que si el Canal Saint-Martin, que si nos colamo en una fiesta en la que no hemos sido invitados... etc. El caso que se nota que estamos en el suspiro final y, como todas las épocas o periodos de las civilizaciones (por ejemplo, vaya ejemplo que pongo) que antes de su final, tiene el gran suspiro de grandeza. Ahí tamos nosotros pisha... cuando mejor estamos es cuando pronto diremos "adiós París".

Vuelta de Berlín, experiencias. Una ciudad que te llega dentro, que la gran mayoría no se espera. De aspecto algo desagradable, engañosa, que al final resulta como los grandes amores: "un amor que mata", como decía Sabina:

[...] "Porque amores que matan, nunca mueren". [...]

La ciudad de la intervención, de la reconstrucción, del olvido y la memoria; del recuerdo y el futuro, del abandono, de la creación, de la lucha y el sometimiento. Del contraste, de la historia... La ciudad del muro, de las víctimas, de la guerra, de los culpables. La ciudad del arrepentimiento... de la culpa... de la conciencia.

La indiferencia no existe en Berlín. No la hay. No existe. No quiere ser bonita para que vaya más gente. No busca ser encantadora para ganar turismo. Lo que quiere es mirar hacia delante y avanzar, aunque surjan miles de obstáculos por en medio. Nos encontramos con un caso extraño de capital de un país potente. En Berlín no está el dinero de Alemania. Lo que está allí es su alma, su conciencia...

Eterna Berlín...